El asesinato siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, lo mismo ocurre con los asesinos en serie, surgiendo entonces la interrogante de cuales con las causas de esta conducta, existiendo dos posturas: Los que consideran que las causas están en el medio ambiente en que se desarrolla el individuo y los que consideran que el sujeto nace ya con ciertas taras genéticas o bien las adquiere posteriormente a causa de una enfermedad.
Ya los profetas bíblicos intentaron predecir no sólo los desastres sino también el crimen, determinando quién podría llegar a ser criminal identificable por su glotonería o su intemperancia en la bebida.
La polémica continúa aún en nuestros días, pero ha visto épocas en que se ha reactivado en uno u otro sentido por algún descubrimiento o avance de las Ciencias médicas o biológicas, o por la interpretación por parte de algún investigador de hechos más o menos reales y a veces fantásticos. Tales han sido los casos de LOMBROSO y su escuela que en el siglo pasado puso un hito con su obra "El hombre criminal" o el criminal nato.
Por su parte GALL y sus discípulos interpretaron la forma del cráneo y las modificaciones de su superficie como íntimamente relacionadas con los caracteres, tendencias, habilidades, etc. del sujeto pretendiendo predecir cuál iba a ser su futuro simplemente por la exploración y palpación del cráneo. Los descubrimientos de la Neurofisiología desvanecieron toda esperanza de sostener aquellas ideas.
Como siempre suele ocurrir, una tendencia distinta surge en determinados momentos de la Historia, aquellos para quienes la Herencia lo era todo y a aquellos para los que el ejemplo y la educación son las causas de los problemas se unieron los eclécticos que consideran que el término medio es siempre el más acertado por lo que creyeron que ambos factores, el congénito y el adquirido podrían combinarse y dar lugar a la conducta antisocial o en último extremo al crimen. Tal era la opinión del Dr. Court Stern, Profesor de Genética de la Universidad de Berkeley, California, que consideraba como probable respuesta, la asociación de una alteración cromosómica con el medio ambiente en que desarrollaba su vida el individuo.
En torno a este tema, JACOBS realiza un estudio en 197 pacientes de conducta peligrosa recluídos en el State Hospital de Lanarkshire (Escocia), entre los que encontró 7 varones con un cromosoma XYY. Estos reclusos habían sido convictos en 92 ocasiones pero sólo ocho por delitos contra las personas, a partir de lo cual se comenzó a estudiar este tema y hacer encuestas para averiguar el cariotipo de los individuos recluídos en cárceles y hospitales de máxima seguridad con conducta agresiva, en ese cariotipo se buscó la existencia de un doble cromosoma Y, el característico del sexo masculino. Un varón normal tiene un sexo cromosómico XY, donde la X corresponde a la mitad de la cromatina de la célula materna y la Y a la mitad de la cromatina paterna. Pero en ciertas ocasiones y sin saber a ciencia cierta por qué razón, no se produce la disyunción, añadiéndose toda la cromatina sexual paterna YY, sin que ésta se haya dividido en dos mitades durante la fase de meiosis celular. Los estudiosos del tema comenzaron a encontrar un elevado número de varones XYY entre los reclusos de penales y manicomios. La mayoría eran violentos, agresivos, peligrosos, de conducta criminal, o eran sencillamente subnormales.
Todo esto condujo a la idea que predomina en los años 60 de que el estudio del cariotipo podría permitir predecir las conductas violentas y el crimen. Y se plantea la gran incógnita y la gran duda: Un criminal con un cromosoma XYY ¿sería responsable de su conducta o bien podría considerarse la existencia de este cromosoma como una condición eximente o al menos atenuante de la culpa? El problema de la imputabilidad o inimputabilidad en el delito.
Científicamente se ha establecido que quienes nacen con anormalidades cromosómicas tienen un 30 % de probabilidades de llegar a ser un asesino, bastante más que los que nacen con genotipo normal. Es frecuente que los individuos afectados sufran dificultades en el lenguaje o problemas de aprendizaje, son generalmente muy altos y delgados, la mayoría presenta un acné severo durante la adolescencia.
Sin embargo, se debe tener en cuenta, que el criminal nato no existe, no puede concebirse que una persona, estrictamente un varón, nazca para ser fatalmente un asesino, ya que muchos sujetos que no tienen cariotipo 47 XYY, son sumamente violentos, por lo que la agresividad o la conducta criminal no se puede atribuir fehacientemente a una alteración genética, así mismo, en otras circunstancias se pierden cromosomas sexuales -en pacientes con leucemia o a edades avanzadas-, y no por ello presentan tendencias asesinas.
No hay individuos genéticamente criminales sino que en algunos casos existe una predisposición genética hacia la criminalidad, que para que se consuma requiere la confluencia con otros factores, que podrían ser educación, familia, entorno, problemas socioeconómicos, pero que sobre los cuales le es posible al propio individuo actuar con su libertad y libre albedrío, resultando importante entonces determinar si el sujeto es capaz de distinguir la diferencia entre el bien y el mal, ya que se trata de una capacidad mental limitada, no nula; por lo que, para determinar la imputabilidad de un asesino con el cariotipo 47 XYY, por ejemplo, tendríamos que establecer previamente, en cada caso concreto, que grado de afectación psíquica produce en él, ser portador de éste cariotipo, y si esto ha logrado afectar gravemente su concepto de la realidad, de lo bueno y lo malo, y que en todo caso le haya impedido comprender el carácter delictuoso de su acto, por lo que no se puede alegar inimputabilidad por el solo hecho de poseer el cariotipo XYY.
Ya los profetas bíblicos intentaron predecir no sólo los desastres sino también el crimen, determinando quién podría llegar a ser criminal identificable por su glotonería o su intemperancia en la bebida.
La polémica continúa aún en nuestros días, pero ha visto épocas en que se ha reactivado en uno u otro sentido por algún descubrimiento o avance de las Ciencias médicas o biológicas, o por la interpretación por parte de algún investigador de hechos más o menos reales y a veces fantásticos. Tales han sido los casos de LOMBROSO y su escuela que en el siglo pasado puso un hito con su obra "El hombre criminal" o el criminal nato.
Por su parte GALL y sus discípulos interpretaron la forma del cráneo y las modificaciones de su superficie como íntimamente relacionadas con los caracteres, tendencias, habilidades, etc. del sujeto pretendiendo predecir cuál iba a ser su futuro simplemente por la exploración y palpación del cráneo. Los descubrimientos de la Neurofisiología desvanecieron toda esperanza de sostener aquellas ideas.
Como siempre suele ocurrir, una tendencia distinta surge en determinados momentos de la Historia, aquellos para quienes la Herencia lo era todo y a aquellos para los que el ejemplo y la educación son las causas de los problemas se unieron los eclécticos que consideran que el término medio es siempre el más acertado por lo que creyeron que ambos factores, el congénito y el adquirido podrían combinarse y dar lugar a la conducta antisocial o en último extremo al crimen. Tal era la opinión del Dr. Court Stern, Profesor de Genética de la Universidad de Berkeley, California, que consideraba como probable respuesta, la asociación de una alteración cromosómica con el medio ambiente en que desarrollaba su vida el individuo.
En torno a este tema, JACOBS realiza un estudio en 197 pacientes de conducta peligrosa recluídos en el State Hospital de Lanarkshire (Escocia), entre los que encontró 7 varones con un cromosoma XYY. Estos reclusos habían sido convictos en 92 ocasiones pero sólo ocho por delitos contra las personas, a partir de lo cual se comenzó a estudiar este tema y hacer encuestas para averiguar el cariotipo de los individuos recluídos en cárceles y hospitales de máxima seguridad con conducta agresiva, en ese cariotipo se buscó la existencia de un doble cromosoma Y, el característico del sexo masculino. Un varón normal tiene un sexo cromosómico XY, donde la X corresponde a la mitad de la cromatina de la célula materna y la Y a la mitad de la cromatina paterna. Pero en ciertas ocasiones y sin saber a ciencia cierta por qué razón, no se produce la disyunción, añadiéndose toda la cromatina sexual paterna YY, sin que ésta se haya dividido en dos mitades durante la fase de meiosis celular. Los estudiosos del tema comenzaron a encontrar un elevado número de varones XYY entre los reclusos de penales y manicomios. La mayoría eran violentos, agresivos, peligrosos, de conducta criminal, o eran sencillamente subnormales.
Todo esto condujo a la idea que predomina en los años 60 de que el estudio del cariotipo podría permitir predecir las conductas violentas y el crimen. Y se plantea la gran incógnita y la gran duda: Un criminal con un cromosoma XYY ¿sería responsable de su conducta o bien podría considerarse la existencia de este cromosoma como una condición eximente o al menos atenuante de la culpa? El problema de la imputabilidad o inimputabilidad en el delito.
Científicamente se ha establecido que quienes nacen con anormalidades cromosómicas tienen un 30 % de probabilidades de llegar a ser un asesino, bastante más que los que nacen con genotipo normal. Es frecuente que los individuos afectados sufran dificultades en el lenguaje o problemas de aprendizaje, son generalmente muy altos y delgados, la mayoría presenta un acné severo durante la adolescencia.
Sin embargo, se debe tener en cuenta, que el criminal nato no existe, no puede concebirse que una persona, estrictamente un varón, nazca para ser fatalmente un asesino, ya que muchos sujetos que no tienen cariotipo 47 XYY, son sumamente violentos, por lo que la agresividad o la conducta criminal no se puede atribuir fehacientemente a una alteración genética, así mismo, en otras circunstancias se pierden cromosomas sexuales -en pacientes con leucemia o a edades avanzadas-, y no por ello presentan tendencias asesinas.
No hay individuos genéticamente criminales sino que en algunos casos existe una predisposición genética hacia la criminalidad, que para que se consuma requiere la confluencia con otros factores, que podrían ser educación, familia, entorno, problemas socioeconómicos, pero que sobre los cuales le es posible al propio individuo actuar con su libertad y libre albedrío, resultando importante entonces determinar si el sujeto es capaz de distinguir la diferencia entre el bien y el mal, ya que se trata de una capacidad mental limitada, no nula; por lo que, para determinar la imputabilidad de un asesino con el cariotipo 47 XYY, por ejemplo, tendríamos que establecer previamente, en cada caso concreto, que grado de afectación psíquica produce en él, ser portador de éste cariotipo, y si esto ha logrado afectar gravemente su concepto de la realidad, de lo bueno y lo malo, y que en todo caso le haya impedido comprender el carácter delictuoso de su acto, por lo que no se puede alegar inimputabilidad por el solo hecho de poseer el cariotipo XYY.